Relación entre evaluación educativa
y pensamiento crítico

Lenguaje y Comunicación

Claudia
Reynoso

Maestra en Comunicación Organizacional y Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Profesora desde hace 12 años en el Área de Talleres de Lenguaje y Comunicación en el CCH, Plantel Vallejo. Imparte la asignatura de Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental I-IV.

nayadeli@hotmail.com

Un objetivo del modelo reflexivo de la educación es conseguir la autonomía del estudiante, cuando se entiende por pensadores autónomos aquellos que “piensan por sí mismos” que no siguen a ciegas lo que otros dicen o hacen, sino que realizan sus propios juicios sobre los sucesos, forman su propia comprensión del mundo y construyen sus propias concepciones de la clase de persona que quieren ser y el tipo de mundo en el que quieren vivir.

Matihew Lipman

La presente reflexión pretende indagar algunos de los propósitos reales de las evaluaciones que se efectúan en el

ámbito escolar. Es notorio que las mediciones educativas ocupan un lugar central en la enseñanza en menoscabo de aspectos más significativos como son los relacionados con el desarrollo de habilidades cognitivas que incluyen la investigación, el razonamiento y la organización.

Este sucinto análisis también tiene la intención de afirmar la idea de que la formación de los alumnos, niños y adolescentes, se puede potenciar si se les educa para pensar por sí mismos, aspiración que conlleva el deseo de mejorar las cualidades personales y habilidades adquiridas por los jóvenes durante su crecimiento y educación. Se considera que este progreso se puede lograr si se enfatiza la enseñanza del pensamiento crítico que ya está presente en los programas escolares pero que se ignora o minimiza durante el aprendizaje. Para lograr estos propósitos, se parte de algunos conceptos que la UNESCO ha presentado en diversos documentos acerca de la enseñanza y el aprendizaje.

En primer lugar, encontramos ideas referentes al significado de la evaluación en el campo educativo:

La evaluación del aprendizaje forma parte de la evaluación y el seguimiento de la educación en general, y se refiere a un amplio abanico de métodos y herramientas que se utilizan para evaluar, medir y documentar los resultados y los progresos del aprendizaje. La evaluación del aprendizaje consiste en recabar información de múltiples fuentes sobre lo que saben las y los estudiantes y lo que pueden hacer con lo que han aprendido. Esta evaluación aporta también información sobre los procesos y los contextos que hacen posible el aprendizaje, y sobre los que pueden obstaculizarlo” (UNESCO, 2017).

En esta caracterización es importante notar que la evaluación del aprendizaje realiza una función sustantiva dentro del proceso educativo, ocupa un conjunto de recursos, su función central es la controlar y determinar los conocimientos que son adecuados para la formación y adiestramiento de los alumnos. La medición del aprendizaje es el medio por el cual una institución o persona establece el nivel en que los alumnos han adquirido un conjunto previamente organizado de conocimientos y capacidades.

En el análisis Evaluación del aprendizaje del estudiante y el currículo: Problemas y consecuencias para la política, el diseño y la aplicación (Muskin, 2015), la evaluación cumple los siguientes fines:

• Certificar y validar el aprendizaje: en el ámbito del sistema educativo, la evaluación final o general (en la que se evalúan los resultados del aprendizaje propiamente dichos) se utiliza para certificar o para seleccionar al estudiantado para el acceso a un determinado nivel académico o de edad, a un nivel educativo superior, a la formación o al empleo.

• Proporcionar una base de evidencias para la formulación de políticas: la evaluación ofrece datos empíricos para el seguimiento, la formulación de políticas, la planificación y el diseño de los programas.

• Rendir cuentas sobre los resultados: la evaluación mejora la rendición de cuentas, la transparencia y la buena gobernanza en relación con los diversos actores interesados (familias, comunidades, docentes, ministerios, empleadores, grupos de la sociedad civil y donantes).

• Configurar las prácticas de enseñanza y aprendizaje desde el punto de vista pedagógico: también suele describirse como una evaluación para el aprendizaje, centrada generalmente en el uso de estrategias de evaluación formativa. Ayuda a las y los estudiantes a determinar sus puntos fuertes y las áreas que necesitan mejorar y los motiva para aprender de manera sostenible; por ejemplo, mediante la autoevaluación o mediante la evaluación como aprendizaje.

Conforme a estas conceptualizaciones, las funciones de la evaluación se concretan en tres aspectos: selección, control y dirección, dichas funciones son reguladas básicamente por el estado y las autoridades educativas. Cabe destacar que, de acuerdo a esas atribuciones, la evaluación tiene un marcado carácter selectivo, pues establece quienes tendrán acceso a los distintos niveles educativos y quienes perderán la oportunidad y el derecho a educarse. Y aunque en las especificaciones de la UNESCO se menciona que el objetivo último de la evaluación es mejorar la equidad y el aprendizaje de los educandos, las comunidades y la sociedad, no oculta su naturaleza excluyente.

No obstante, es conveniente señalar que la evaluación tiene un matiz formativo ya que comprueba los puntos fuertes de los estudiantes e identifica los aspectos que necesitan mejorarse, así mismo promueve la autoevaluación, lo que confiere a los alumnos una oportunidad de autoconocimiento personal.

A partir del análisis que realiza Muskin sobre evaluación del aprendizaje, se efectúan algunas reflexiones que se consideran pertinentes y útiles sobre el tema. En las distintas dimensiones que comprenden la evaluación aparecen dos vectores, particularmente interesantes, uno es servir a los fines sumativos y formativos, y el otro, distinguir entre estas dos funciones pedagógicas la rendición de cuentas.

Muskin señala que la rendición de cuentas “tiene como objetivo general determinar si las inversiones que un sistema, la sociedad o incluso los asociados hacen en la educación, producen los resultados esperados y necesarios

en cuanto al aprendizaje” (2015, p. 8). Este aspecto importa porque pone en evidencia el lado oscuro de la evaluación que implica considerar la educación como una transacción mercantil que debe producir dividendos.

En este sentido, las pruebas de conocimiento y capacidades que se efectúan a nivel internacional, especialmente la prueba PISA cuya finalidad es “poner a prueba los conocimientos y capacidades que cree que superan los estándares curriculares para, en cambio, determinar cómo de bien está educando un país a sus jóvenes para la economía mundial” (Muskin, 2015, p. 9), revelan los fines económicos más que educativos que esta prueba posee; se trata de saber qué tantos recursos aprovechables genera la educación para aumentar la riqueza de quienes tienen en sus manos la dirección y la toma de decisiones acerca de los procesos educativos.

En ese sentido, lo que excluye la evaluación son las habilidades de razonamiento, pensamiento crítico, creatividad, trabajo en equipo, empatía, juicio y otras destrezas que corresponden a los talentos y comportamientos que los estudiantes necesitan mejorar. Ello es así porque son aspectos que no se miden fácilmente con los instrumentos de evaluación disponibles; es decir, no están estandarizados. Y aunque algunas de estas habilidades se mencionan en los currículos, pocas veces son tomadas en cuenta para su pleno desarrollo en las aulas.

Al respecto Muskin dice: “estas son precisamente las competencias que tantos gobiernos han codificado en sus planes y reformas educativas nacionales, pero que tan pocos han incorporado estratégica, prominente y coherentemente en sus currículos, así como en la formación docente (inicial y en servicio), los libros de texto, la inspección y, quizás más esencialmente en las normas, los instrumentos y las prácticas de evaluación” (2015, p.12).

Así pues, el análisis del significado de la evaluación en el aprendizaje pone en claro que es el medio por el cual los administradores de la educación determinan la aplicación, dirección y el sentido de los procesos formativos de los estudiantes.

Para mostrar la importancia que la educación del pensamiento tiene en el proceso educativo y, en especial el pensamiento crítico, se hace referencia a la declaración conjunta del Foro Mundial sobre la educación, realizado en Incheon (República de Corea) en el 2015 y que se considera plenamente vigente:

La educación de calidad fomenta la creatividad y el conocimiento, garantiza la adquisición de las competencias básicas de lectura, escritura y cálculo, así como de aptitudes analíticas, de solución de problemas y otras habilidades cognitivas, interpersonales y sociales de alto nivel. Además, la educación de calidad propicia el desarrollo de las competencias, los valores y las actitudes que permiten a los ciudadanos llevar vidas saludables y plenas, tomar decisiones con conocimiento de causa y responder a los desafíos locales y mundiales mediante la educación para el desarrollo sostenible (ESD) y la educación para la ciudadanía mundial (ECM) (Muskin, p. 23).

En esta importante declaración se observa la relación con los siguientes aspectos fundamentales del pensamiento crítico:

• Incluye la creatividad y el desarrollo del pensamiento.

• Demanda la adquisición de aptitudes analíticas y habilidades cognitivas interpersonales y sociales de alto nivel.

• Se enfoca en el desarrollo de habilidades, valores y actitudes necesarios para una vida productiva.

• Se orienta a la toma de decisiones razonadas.

En este punto, se considera necesario aclarar el significado de la palabra criticar, pues la cultura popular le confiere un matiz de hostilidad, negativo e incluso de rechazo. La connotación de este concepto que se maneja en el nivel educativo es la que otorga el diccionario de la Real Academia Española en el sentido de: “analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate”. De acuerdo a esta definición, pensamiento crítico es aquel que utiliza criterios para emitir opiniones o juicios.

Las dudas que surgen enseguida respecto a los anteriores planteamientos son en el sentido de que si el pensamiento crítico está presente en los currículos ¿por qué los resultados son tan limitados e inoperantes?, ¿por qué los alumnos no desarrollan las suficientes habilidades de pensamiento que necesitan para enfrentar los múltiples problemas relacionados con la vida real que están claramente expuestos y analizados en las diversas investigaciones y propuestas educativas?

Una posible respuesta a dichas deficiencias, está señalada por Muskin en su análisis, pues esos aspectos son relegados en función de necesidades más redituables como que se eduque para el mercado laboral y no para la vida. Dicha afirmación está sustentada en el tipo de pruebas que se elaboran y miden prioritariamente conocimientos y no habilidades. Ello en dos campos específicos: las matemáticas y el lenguaje.

Ante esta exigencia de resultados pragmáticos por parte de los gobiernos e instituciones, los educadores dedican tiempo, recursos y energía a preparar a los jóvenes para las pruebas que solamente miden esas competencias, dejando de lado la educación más significativa; la de las capacidades de razonamiento, de investigación, de análisis y reflexión.

Es necesario insistir en que el alumnado aprenda a pensar críticamente, entendiendo por ello, la capacidad de utilizar criterios, realizar juicios tomando en cuenta el contexto y comportarse de manera autocorrectiva, como lo propone el filósofo Matthew Lipman en diversos estudios sobre la educación.

Es pertinente agregar que una de sus propuestas más valiosas, es la de transformar el aula en una comunidad de investigación reflexiva y deliberativa, para potenciar un pensamiento crítico que enfatizará valores como la precisión, la consistencia y el diálogo.

Además, siguiendo con Lipman, es importante reiterar que los jóvenes tienen derecho a pensar, lo que significa no sólo desarrollar una habilidad aceptable de lectura y de escritura, sino llegar a niveles que van más allá de la mera aceptabilidad, como: la razonabilidad, la capacidad de juicio y apreciación, además de la inventiva.

En esta declaración Lipman ha agregado al pensamiento crítico dos trascendentes dimensiones: la creatividad y el aprecio, aspectos que considera fundamentales para una formación plena.

Si se identifican los rasgos esenciales del pensamiento crítico, añadiremos que es un pensamiento hábil y responsable que privilegia el buen juicio porque, primero se basa en criterios; segundo, es autocorrectivo; y, tercero, es sensible al contexto. Las razones anteriores son valiosas para insistir en educar a los jóvenes para que piensen de manera crítica.

Volviendo al tema de los exámenes y pruebas, y a partir del exhaustivo análisis que realiza Muskin, la percepción que tenemos acerca de la evaluación educativa que se realiza a nivel mundial ocupa un lugar privilegiado, tiempo, energía y resta oportunidad para el desarrollo de las competencias más significativas. E incluso crea un conflicto serio, entre la evaluación y el currículo, lo cual trae como consecuencia la disminución tanto del aprendizaje como de la motivación e interés del alumno para estudiar y aprender.

A través de este análisis se concluye que los intereses que guían el proceso de enseñanza aprendizaje son predominantemente mercantiles, que detrás de los enormes recursos que se generan para realizar las pruebas en los ámbitos educativos está la búsqueda de beneficios económicos. Los líderes apoyados por los gobiernos dirigen y ejercen un férreo control de lo que se estudia y de lo que se aprende.

Ante este panorama la alternativa es la que propone Lipman: “se necesita saber, mucho más de lo que ahora sabemos, cómo alejarnos de la reglamentación estricta del pensamiento que hoy día caracteriza la educación, para poder avanzar hacia la liberación y la estructuración de sentimientos, de valores y de significados que deberían caracterizarla” (2016, p. 22).

Sólo de esta manera se alcanzará a realizar los talentos y ponerlos al servicio de los jóvenes y de la sociedad en general.

ELIZAVETA STRELKOVA

Fuentes de consulta

1. Diccionario de la Real Academia Española (2021). Concepto de criticar. Recuperado de https://dle.rae. es/criticar

2. Lipman, M. (2016). Lugar de pensamiento en la educación. Barcelona: Octaedro

3. Lipman, M. (1998). Pensamiento complejo y educación. Madrid: Ediciones de la Torre.

4. Muskin, J. (2015). Evaluación del aprendizaje del estudiante y el currículo: Problemas y consecuencias para la política, el diseño y la aplicación. Recuperado de http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/resources/ ipr1-muskin-assess ment curriculum_spa.pdf

5. UNESCO (2017). Evaluación del aprendizaje en la UNESCO: garantía de un aprendizaje efectivo y relevante para todas las personas. Recuperado de https://learningportal. iiep.unesco.org/es/glossary/evaluacion-del-aprendizaje